Hace poco asistí a un concierto de Rigoberta Bandini en el Kursaal de Donostia. El tema “Ay Mama” todavía no se había editado, pero el concierto fue igualmente magnífico. Meses más tarde, en su presentación en Logroño, Rigoberta y Belén, su compañera de banda, mostraban en vivo una teta, cosa que chocó a mucha gente. Aun así, fue recibido entre aplausos por la mayoría del público, pues lo hicieron como un acto de denuncia de la censura que sufre el pecho femenino.
Sí, es cierto que el video fue muy visto
en “Tik Tok” y se pasó por varios grupos de “whatsapp”, en parte porque se
celebraba su valentía, pero también por el “morbo” que causaba. No obstante, Rigoberta
y Belén no fueron el “hazmerreír” de nadie, o al menos así es como lo he visto
en mi entorno.
Esta situación contrasta con otras vividas
anteriormente. En 1987, durante una gala de Nochevieja emitida por TVE, una
cantante italiana llamada Sabrina, que por entonces contaba con tan sólo 19
años, tuvo un descuido en su indumentaria y enseñó una teta. Yo en aquel
entonces no había nacido, de hecho, nací ocho años más tarde, pero tal fue el
revuelo, que conozco perfectamente el caso. Siempre me lo han contado en un
contexto de risa, vejando a la cantante y burlándose de ella.
Lo mismo ocurrió con Janet Jackson. En la Super Bowl del año 2004, durante la
actuación de Janet con Justin Timberlake, éste le arrancó la parte superior del
vestido y se le vio un pecho. Supuestamente, ella debía tener una pieza de
encaje rojo debajo, pero él lo arrancó todo. En este caso las consecuencias
fueron aún peores: Viacon, propietaria de MTV, emisoras de radio y canales de
televisión retiró todas las canciones de Janet y su actuación en los Grammy fue
cancelada. 143 millones de personas vieron el suceso en directo, y los siguientes
días fueron una tortura para Jackson, pues las burlas y el desprecio eran
constantes.
Las tetas no dejan de ser tetas y todas las
tenemos similares; algunas tenemos las tetas pequeñas y otras las tienen
grandes, existen diferentes tipos de pezones y mayor o menor separación entre
los pechos, pero hay algo que cambia: Rigoberta y Belén enseñaron las tetas
porque quisieron y las demás, a consecuencia de un descuido. No es la primera
situación en la que observo que mostrar las tetas, o cualquier otra parte
“íntima”, sólo es aceptado si se hace queriendo, en cambio, si la misma teta se
viera a causa de un percance, los problemas empezarían a surgir.
La historia de Emma Holten también
refuerza lo afirmado. Holten, fue víctima de un exnovio que subió fotos de ella
desnuda a sitios porno. Según cuenta en un ensayo publicado
www.hystericalfeminisms.com, una mañana del 2011 se levantó y no podía chequear
su cuenta de Facebook, ni correo electrónico. En cambio, empezó a recibir
mensajes con links donde encontró que sitios porno tenían fotos de ella
desnuda. Las semanas pasaron y Emma empezó a recibir miles de insultos.
Emma, que también era activista feminista,
aprovechó el suceso para hacer un experimento. Le pidió a la fotógrafa Cecilie
Bodker que la fotografiara desnuda. Creó una campaña en contra de la “porno
venganza” fotografiándose desnuda, pero bajo su voluntad, realizando tareas
cotidianas en su hogar, como limpiarse los dientes, aplicarse crema en la cara
o leyer un libro. Las imágenes fueron publicadas en el sitio “Friktion
Magasin”, una revista danesa.
Los días previos a la publicación de las
fotos, estaba aterrorizada. Sin embargo, tal y como se imaginaba, no recibió ni
una sola crítica. Así, la conclusión a la que llegó Emma Holten fue que era,
precisamente, la pérdida de control lo que causaba el acoso. Cuando los hombres
veían sus fotos, sabían que era en contra de su voluntad, y era esa falta de
consentimiento lo que impulsaba el revuelo. De alguna manera, la gente estaba disfrutando
con su sufrimiento. Cuando ella decidió mostrar su cuerpo y decidir dónde
mostrarlo, perdió todo el interés pues su cuerpo, en sí, no era el factor
atractivo.
Sé que no estoy descubriendo la pólvora, y que esto lleva pasando toda la vida. Sin embargo, deberíamos reflexionar sobre esto y ver dónde nos deja como sociedad.
Estoy de acuerdo con Rigoberta en la
crítica a la censura de las tetas, pero también deberíamos enfocarnos en el
cómo se accede a ellas, y en las implicaciones que eso tiene. Porque sí,
efectivamente, nuestras tetas “dan miedo”, pero esta sociedad en la que vivimos
da más. Mucho más.