Acabo de terminar la serie “Unorthodox”
de Netflix, casi del tirón, y he decir que me ha gustado mucho. La serie,
protagonizada por la actriz Shira
Haas, se basa en la historia real de Deborah Feldman, una mujer criada en
el seno de una comunidad judía ultraortodoxa que consigue escapar y comenzar
una nueva vida en Berlín. Una vez acabada la serie, dado mi entusiasmo, no pude
evitar ver el “making-of”, disponible también en la plataforma, donde las
guionistas, la directora y los actores reflexionan sobre la serie y comentan
los aspectos más relevantes sobre la misma. Lo cierto es que, muy a mi pesar,
esta segunda parte no cumplió mis expectativas.
La serie evidencia claramente el machismo sufrido por
las mujeres de la comunidad jasídica Satmar Ellas
existen con la única función de complacer, primero a su familia y después al
marido que sus familias eligen para ellas y deben obedecer en todo momento sus
mandatos. Traer hijos al mundo es su cometido más importante, su cabello es
afeitado al casarse para que nadie lo pueda ver (lo consideran un atractivo
para el resto) y, por supuesto, no pueden alzar la voz, pues son silenciadas
desde muy pequeñas. Bien, como venía diciendo, la serie evidencia el machismo y
todo espectador capta la injusticia, no obstante, el “making-of” de la serie
hace crítica omisa a este respecto.
He de admitir que, al principio, el “making of” me
llegó a cabrear. Todo lo que dicen es que querían ir "más allá del
cliché" y "respetar la autenticidad de la tradición". Explican
que no querían "mostrar la visión occidental de cómo es la vida en una
comunidad jasídica, sino mostrarla tal y como es". No mencionan en ningún
momento que su intención era evidenciar lo difícil que es ser mujer en una
comunidad religiosa, aunque personalmente crea que es uno los principales
cometidos de la serie ¿Tendrán miedo a decirlo?, pensé...
Lo cierto es que en caso de que tuvieran miedo a
señalar y verbalizar el machismo presente en varias religiones yo les
entendería perfectamente. Me ha pasado varias veces, he preferido callar a ser
calificada como intolerante, pues un amplio sector de la izquierda recibe como
un ataque a la multiculturalidad toda crítica a las religiones minoritarias en
occidente. Es entendible, en cierto sentido, dado el aterrador aumento del anti
islamismo y la xenofobia, sin embargo, como bien dice Najat
El Hachmi “no señalar los mecanismos y principios de sometimiento que
impone la religión, en aras de la inclusión y el respeto a la diversidad, es
asumir como justo un discurso que acaba justificando y legitimando la
discriminación de las mujeres”.
Siguiendo con el análisis del “making-of” de la serie
“unorthodox”, cabe decir que, a la falta de crítica por parte del elenco al
sistema abominablemente patriarcal de la comunidad jasídica se le suman varios
comentarios motivacionales del tipo “quiero que, cuando las mujeres que están
en la misma situación que la protagonista vean la serie, sepan que, si quieren,
ellas también puede escapar”. No es nueva la tónica de individualizar
todas las situaciones injustas sin afrontar que la injusticia forma parte de un
todo, sin embargo, me parece relevante recalcar que, desgraciadamente, querer
no siempre es poder.
Desde pequeñas, es Mr. Wonderful quien se encarga de
insertar el mensaje “si quieres puedes” en nuestros cuadernos y tazas de
desayuno. Este mensaje, que en principio parece inofensivo, no es más que un
reflejo del egocentrismo que el neoliberalismo inculca al ser humano durante
toda su vida, llevándole a pensar que la posición alcanzada en la escala social
es consecuencia tan sólo de su esfuerzo personal y que nada tiene que ver el
contexto social o los factores externos. Así, la población, centrada en su
propio camino y en su ambición individual, rechaza la acción colectiva, aun
siendo, sin duda, el método más efectivo para lograr cambios significativos en
la sociedad.
Poniéndonos como referentes a los Amancio Ortegas de
turno, a aquellas personas nacidas en unas condiciones sociales precarias que
llegan a ser millonarias, parece que todos somos culpables de nuestra propia
pobreza, pues no hemos alcanzado aquel nivel adquisitivo, aun pudiendo (y
queriendo, supongo). Sin embargo, la realidad dista mucho de estos casos
aislados. Lo que sucede a nuestro alrededor suele ser mucho más relevante a la
hora determinar nuestro destino que nuestro simple deseo individual.
En este caso no se trata del nivel adquisitivo, ni de
escala social alguna, se trata de la libertad de las mujeres. Resultaría muy
injusto culpabilizarlas individualmente, de su "no liberación". No
todas somos iguales, ni tenemos las mismas circunstancias, ni las mismas
ocasiones. En palabras de Pilar Aguilar: “es cierto que cuando una mujer
individualmente infringe una norma puede servir de modelo para que otras, a su
vez, lo hagan. Pero no siempre ocurre. Lo realmente esencial es generar cambios
en la condición del colectivo.”
En este caso, yo he echado de menos que el elenco
enfoque la crítica al sistema, a la religión ultraortodoxa, he echado de menos
que se señale al “todo” en vez de aplaudir una decisión individual que, por muy
valiente y admirable que sea, no genera un significante cambio global.
Por último, me gustaría decir que no quiero que mi
comentario sobre el “making-of” de la serie se tome de forma equivocada. La
serie, en sí, me ha gustado muchísimo. La actriz principal, Shira, hace 8un
trabajo soberbio y viendo los tiempos que corren, en los que el imparable
ascenso de la ultraderecha amenaza los derechos de las mujeres en todo el
mundo, series como esta, donde se narran y se ponen de manifiesto las
injusticias que viven las mujeres en distintos puntos del planeta son
especialmente necesarias.
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