Recuerdo un momento
de mi adolescencia en el cual, de repente, todo el mundo empezó a comentar los
monólogos que salían en El Club de la Comedia. Berto Romero, Goyo Jimenez
o David Guapo se hacían cada vez más conocidos y todo mi entorno comentaba los
chistes que hacían en sus espectáculos.
Las veces que acudí
a los mencionados monólogos me reí con algunos chistes, sin embargo, siempre
sentí que lo que en dichos espectáculos se describía era muy ajeno a mi
realidad. Los chistes de «la suegra que da el pelmazo», lo incomprensibles que
debemos de ser las mujeres y todos esos recursos humorísticos tan comunes, me
sonaban porque son habituales en las producciones audiovisuales de hoy en día,
pero no empatizaba con tales descripciones y, en definitiva, no me hacían
especial gracia. De hecho, recuerdo un espectáculo en el que un cómico
afirmaba que «Todo el mundo sueña con hacer un bukkake», causando una carcajada
en gran parte del público masculino. La mayoría de las mujeres nos
quedamos calladas, pues, haberlas "haylas", pero me atrevería a afirmar
que casi ninguna soñamos con tal práctica.
En definitiva, toda
mi adolescencia y época universitaria me consideré una persona que no apreciaba
especialmente los espectáculos de comedia, pero todo cambió cuando descubrí a
cómicas como Victoria Martin, Carolina Iglesias, Henar Álvarez o Ines Hernand, entre otras.
Cuando empecé a escuchar el contenido de estas mujeres, sentí que algo en mí se
reconfortaba, fue una sensación muy parecida a la que tuve al descubrir el
feminismo. Estas mujeres describían realidades muy parecidas a las mías, y sus
recursos humorísticos tenían mucho más que ver conmigo que lo que había visto
anteriormente. Sus miedos, sus deseos y sus conflictos se asemejaban mucho a
los míos, y, además, me partía el culo de la risa.
Hay una realidad
que es innegable: el proceso de socialización de los hombres y las mujeres es
muy diferente, y la realidad que vivimos también. Al tratar el humor,
mayoritariamente, de vivencias personales, y siendo hombres la mayoría de los
cómicos, las mujeres nos hemos acostumbrado a que se traten temas que no tienen
absolutamente nada que ver con nosotras. No obstante, esta nueva era de cómicas
ha supuesto un soplo de aire fresco para muchas de nosotras.
Saco todo esto a
colación a raíz de la polémica que ha surgido esta semana por las declaraciones
que ha emitido en la Cadena Ser la directora de La chocita del Loro, una
de las salas de comedia en vivo más conocidas de Madrid. Cuando a le
preguntaron por la falta de paridad en su cartelera (26 cómicos y solo una
cómica) respondió lo siguiente: “Hemos pasado a un punto en el que mucho
del humor que hacen las mujeres es como de víctimas o muy feminista, y el
público que va, no lo suele comprar”. Más allá de pedir
perdón, Francisco Carretero, el gerente de la sala confirmaba lo
mencionado por su compañera: «El nivel de las cómicas que hay en España
necesita un tiempo, hay que darles uno o dos años para que estén a la altura de
los cómicos que hay en La Chocita del Loro”.
Resulta curioso que
la directora afirme que el público no suele comprar los monólogos de
mujeres; Estirando el Chicle es el podcast número uno
de Spotify (superando incluso a Berto y Buenafuente) y ha llenado
salas enteras en los espectáculos que ha hecho en diferentes sitios de
España. A su vez, Martita de Graná llena siempre los teatros a los que acude
como monologista, e Ines Hernand o Valeria Ros también han tenido un gran éxito
en su gira por España. El problema aquí no reside en que las cómicas tengan
éxito o no, pues ya se ha visto que sí lo tienen, el problema es que somos las
mujeres las que acudimos a dichos espectáculos.
Y es que, cuando la
directora de La Chocita del Loro menciona que “el público no suele
comprar los espectáculos de mujeres”, se refiere, exclusivamente, al público
masculino. Por alguna razón, y en pleno 2021, parece que son los hombres
quienes otorgan el prestigio y que si ellos no validan el trabajo de las
cómicas, éstas no tienen nada que hacer en la industria del espectáculo (da
igual que miles de mujeres acudan a verlas en masa). En palabras de Henar
Álvarez: “Lo nuestro es considerado una chorradita para señoras o adolescentes,
lo suyo es arte”.
También cabe
mencionar que la directora se equivoca al calificar el humor realizado por
mujeres como “humor feminista”. Si es cierto que, por suerte, la
mayoría de las cómicas son feministas, no obstante, ellas únicamente cuentan la
realidad que viven como mujeres, no siempre hacen reivindicaciones
feministas. En un mundo donde lo “mainstream” es lo que les ocurre a los
hombres, lo contado por mujeres se convierte en una subcategoría “feminista”
dentro del humor. Pero no debería ser así. Al igual que nosotras siempre hemos
consumido los monólogos donde se expone la cotidianidad de los hombres, lo
contado por mujeres también debería ocupar espacios dirigidos al «público
generalista», y no ser considerado una subcategoría. Como bien decía Simone de
Beauvoir «En un mundo donde son los hombres los creadores de la cultura, la
mujer siempre será la otra». Históricamente son los hombres quienes han contado
las historias, por lo tanto, el hombre se ha convertido en la medida y
nosotras, en la otredad.
Además, y ya fuera
de los espectáculos humorísticos, la realidad que se expone en la mayoría de
producciones audiovisuales también suele ser una realidad vista desde un prisma
masculino. Son muchos los fenómenos que ocuparían más espacio o se contarían de
otra manera, si fueran las mujeres las que lo contaran. Por ejemplo, en mi
caso, fue una sorpresa descubrir que los partos duraban horas y que después de
parir se sangra muchísimo, pues los pocos partos que había visto en las series
y películas se representaban como algo rápido e indoloro.
Resumiendo,
que a no ser que la directora de La chocita del Loro crea que
nosotras pagamos los espectáculos con billetes del monopoly, han creado una
estrategia comercial pésima. Las historias contadas por mujeres cada vez
tienen más éxito, tanto en el humor como en el resto de áreas culturales. Cada
vez se nos ofrecen más altavoces y la realidad empieza a ser vista desde
diferentes prismas, no sólo el masculino. Ahora sólo falta que los hombres se
animen a consumir este tipo de historias, pero no para otorgarnos prestigio y
reconocimiento, sino porque es enriquecedor ver el mundo a través de otros
ojos. Y porque la mayoría de cómicas y directoras de cine actuales son muy
buenas, por qué no decirlo.
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